Volkswagen Bulli

30 agosto, 2011
J. C. BERGER

Reinventando el minibús

Lo de “Bulli” no es un homenaje de VW a la cocina universal de Ferrán Adriá, sino retomar el nombre con que en su día bautizaron al primer VW escarabajo minibus en Alemania, aunque la verdad es que muy pronto se le llamó “beetle bus” ó “minibús” en todas partes (y no sólo en EE.UU.), aunque oficialmente el nombre interno que le asignó Volkswagen fue el de T1 (como primer “Transporter”). Como lo de Bulli estaba menos gastado, pues han optado por rescatarlo. El coche recupera la estética del primer “Bulli”, aunque sin la gracia de aquel frontal con la V en medio y con unos faros muy cibernéticos que le dan más aire de coche robot que de otra cosa.

Cúbico y lineal, mide sólo 3,99 m de largo por 1,75 de ancho y 1,70 de alto, aprovechando su diseño “cajón” para obtener el máximo el espacio, recurriendo al mismo tipo de configuración que adoptó Fiat hace unos años para su nuevo Multipla: o sea, dos filas de tres asientos cada una, lo que permite acoger 6 plazas y mantener aún un maletero de 370 litros (más alto que largo, eso sí) que con las tres delanteras ocupadas sube hasta nada menos que 1.600 litros. Sobre una plataforma de 2,62 m de batalla y unas vías de 1,5 m de ancho, este Bulli se asegura un formato bastante compacto (en realidad de polivalente) para facilitar su uso intensivo urbano.

Su diseño ha sido pensado para que con la misma forma pueda llevar un motor convencional ó el eléctrico del “concept”. Éste es un motor asíncrono de 85 KW (115 CV) bastante potente, con 27,5 mkg de par continuo desde cero, con el que el Bulli se asegura unas prestaciones muy decentes (140 km/h de velocidad punta autolimitada y 11,5 segundos de 0 a 100 km/h) sobre todo en función de su peso. Porque aprovecha su amplia plataforma para alojar una gran estructura de baterías de ion-litio, y así este Bulli logra una autonomía de 300 km, todo un lujo para un coche exclusivamente eléctrico.

La otra cara de la moneda es que sólo las baterías pesan tonelada y media (1.450 kg), lo que arroja un peso final de más de 2.500 kg… Su capacidad de en-trega (40 KW/h) no está nada mal, pero le penaliza el hecho de que no sea un eléctrico “plug in”, domésticamente enchufable, sino que debe recargarse en surtidores eléctricos “ad hoc” donde eso sí, la recarga completa puede efectuarse en una hora. Sin cambio de marchas, sino una simple relación monomarcha, el Bulli es de una sencillez técnica extrema, en la que ante todo se ha buscado fiabilidad y rebajar peso, para compensar todo lo posible el de las baterías.

VW ya anuncia que aparte de este Bulli eléctrico “cero emisiones”, habrá versiones térmicas con motores de inyección directa de gasolina y diesel, de baja cilindrada (de 1 a 1,4 litros de cubicaje) capaces de asegurar un mínimo consumo y un nivel de emisiones claramente por debajo de los 120 grs/km de CO2. Y por lo demás, este nuevo Bulli repite el diseño minimalista y utilitario del primero, a decoración bicolor (en pintura y tapicería) roja y blanca, con cercos de ventanillas y parabrisas en negro, ruedas no excesivamente grandes (18” para un “concept” no es ya tanto) con un diseño “retro” de tapacubos, cuadro semicircular (sólo velocímetro, no hace falta más), todo en un estilo muy “años 50” (el primer VW minibus es de 1950, y su diseño conceptual, de 1947, fruto del importador holandés de VW, Ben Pon).

El toque moderno lo aporta una consola central con alojamiento para iPad (extraíble) que sirve también como pantalla táctil multifunción y como navegador (y por supuesto, como “bluetooth” para teléfono manos libres). El equipo de sonido es un Fender (del mismo fabricante de las guitarra eléctricas).

Con algunas de las funcionalidades que caracterizaron al primer Bulli, este nuevo minibús VW apunta otras posibilidades, desde taxi urbano a autocaravana (los asientos pueden convertirse fácilmente en camas, otra reminiscencia de su ancestro), siempre bajo su peculiar diseño presidido, de forma mayúscula en el frontal y menos aparatosa en la zaga, por el logotipo de la marca de Wolfsburg, que también presidió de forma relevante el rostro de su famoso y universal precursor.