Durante los pasados meses estivales de julio y agosto de 2018 fallecieron a causa de accidentes de tráfico en las carreteras españolas 259 personas, 34 víctimas mortales más que en el mismo periodo del año pasado, representando un incremento del 15%.
La DGT con su nuevo titular al frente, Pere Navarro, quien ya ostentó el cargo hace unos años y fue el responsable de la introducción del carnet de conducir por puntos, ha hecho públicos los datos de la siniestralidad de este verano así como del acumulado del año. El triste balance ha sido de 259 personas fallecidas en accidentes de tráfico durante julio y agosto, 34 más que el verano pasado, de ellas 127 en julio y 132 en agosto, lo que supone un aumento del 15% en víctimas mortales y de hecho casi la repetición de los muertos de 2012 (260), con un acumulado del año de 799, 24 más que en el mismo lapso de 2017 (+3%). No son cifras positivas, pero tampoco, dentro del dramatismo que siempre supone la pérdida de vidas humanas, demasiado negativas. Y eso teniendo en cuenta que son cifras de la DGT, que sólo atañen a la red interurbana (no incluyen las muertes en accidentes urbanos) ni las registradas después de las 24 horas siguientes al accidente.
Por tipo de siniestros, la principal causa sigue siendo la salida de la vía (37%) seguida de la colisión frontal (29%) y la frontolateral (15%), destacando que el 76% de los fallecidos (más de las ¾ partes) lo han sido en carreteras convencionales, y más de un tercio (el 34%) se trata de los llamados “usuarios vulnerables” (peatones, ciclistas y ciclomotoristas, etc), un considerable aumento frente al 29% que representaban en 2012, razón sobrada para que el director general de Tráfico lo considere como datos que invitan a concentrar los esfuerzos de prevención en carreteras convencionales, en el control de la velocidad y las distracciones y en la protección de los usuarios vulnerables.

Nada que objetar, en un principio, salvo que meter a la velocidad en este saco resulta un tanto forzado. La velocidad excesiva se entiende, es sin duda responsable de la mayoría de las salidas de la vía, pero hay otras razones (el uso de móviles al volante, por ejemplo) que también son causa de no pocos despistes que provocan intempestivas salidas de la vía en condiciones de velocidades normales… Y desde luego, las víctimas vulnerables lo han sido sobre todo en razón de su carencia de protección rodante, y no tanto por excesos de velocidad…
Pero el señor Navarro insiste en que “se trata de la velocidad y punto”, y para ello ya ha anunciado que tratará de bajar a 90 km/h el actual límite de 100 km/h en carreteras de doble dirección, sin tener en cuenta que ese límite ya funciona para las carreteras sin arcén. Y por supuesto, ha recordado que Francia (espejo de la mayoría de nuestras políticas viales, para bien y para mal) ha rebajado a 80 km/h la velocidad máxima de sus carreteras departamentales (ojo, no todas las de doble sentido). El límite de 100 km/h sólo afecta en España al 10% de las carreteras secundarias, lo que ya es señal del mínimo impacto que iba a tener esta rebaja…
Navarro expuso una serie de disminuciones de siniestros registradas en Francia tras esta medida (muy oscilantes, todo hay que decirlo) y la tendencia europea general a un mayor recorte de la velocidad. Pero no estamos solos en Europa con el límite de 100 km/h en carreteras de doble sentido con arcenes de metro y medio. Alemania, Polonia, Rumania, Irlanda y Austria también lo comparten, y sus cifras se siniestralidad no son peores. Y en el caso de Francia, pese a sus sucesivas rebajas mantiene una tasa de 50 muertos por millón de habitantes en accidentes de tráfico, por menos de 40 en España… Bajar a 90 km/h el límite de velocidad de las carreteras secundarias de doble sentido en España (apenas 16.000 sobre los 150.000 km que suma la red vial secundaria española -el 91%- frente a los 17.000 km de autopistas y autovías) será una medida inoperante, si se lleva a cabo, dado su mínimo volumen. Mucho más efectivo sería concentrarse en el medio centenar de “puntos negros” de la red que, esos sí, representan la mayor parte de los accidentes en la red secundaria, y desde luego más eficaz a la hora de rebajar la fatal estadística que tanto le preocupa al Sr. Navarro. Pero no hubo ni una sola referencia del director general de la DGT al problema de los puntos negros, y eso que hemos vuelto a tener más víctimas mortales en ellos a raíz de la reciente sucesión de tormentas (por no hablar de la última víctima mortal en un paso nivel sin barreras…).

Tampoco las comparaciones por el número de radares de vigilancia de la velocidad que tenemos en España frente al de otros países europeos resulta creíble (para justificar su aumento, claro). Hecho sobre datos de 2015, destacando sólo 700 en España por 900 en Holanda, 4.000 en Francia y hasta 7.200 en el Reino Unido, no indica que se excluyen los urbanos (en el Reino Unido entran todos), y sobre todo, que su ubicación no suele responder a criterios de siniestralidad, sino a los de conveniencia por facilidad de infracción. Por eso con razón el usuario les achaca una finalidad meramente recaudatoria… Tampoco se ha hablado del tema de las protecciones metálicas de muchas carreteras, fatales para los motoristas (el nivel de víctimas mortales, 58 este verano, sólo tres menos que en el de 2017, se repite fatídicamente año tras año…), ni del problema de la falta de iluminación y señalización en determinados cruces que acumulan reiteradamente accidentes. Sólo la velocidad es el chivo expiatorio de todos los males, y se nos recuerda que en Escandinavia, Suecia ya ha bajado su límite a 70 km/h, y que Dinamarca, Finlandia y Suiza ya lo tienen en 80 km/h en su red secundaria.
Quizá el Sr. Navarro debería pensar que si ahora hay más reticencias a bajar los límites de velocidad (se quejó de que “en este país cada vez que tocas el tema de la velocidad salen resistencias extrañas”) quizá sea porque estamos ya en niveles razonables. Basta salir a rodar por autovía para ver que ya no se corre como antes, aunque eso sí, el 90% del tráfico circula al límite oficial permitido. La reflexión obligada es que debemos velar porque se cumplan los límites actuales, no por endurecerlos, y por gastar mejor el dinero público en señalización y previsión, que también evitan accidentes. Seguimos teniendo demasiados ciclistas y motoristas muertos cada año, demasiados accidentes de autocar, demasiados “puntos negros” y carreteras con trampas cuando llueve… Y no todo se arregla limitando la velocidad.
Vaya por delante que también felicitamos al Sr. Navarro en aquello en que pensamos que acierta, como por ejemplo en su idea de crear carreteras de tres vías (2+1) allí donde se pueda para facilitar la fluidez y reducir el riesgo de choques frontales (algo que también se ha hecho en Francia), en vigilar más los controles de alcoholemia y sobre todo, los de drogas, más peligrosas que el alcohol si cabe. O en endurecer las sanciones por uso del móvil al volante (en especial, por “chatear” con el mismo, que es lo que roba más atención), o por conducción temeraria (hay cada vez más carreras “ilegales”, fruto por otra parte de tanta prohibición). Y forzar a respetar más desde los “stop” a los pasos de cebra, y la colocación de los mismos, en especial estos últimos que situados en la entrada y salida de algunas rotondas son fuente permanente de alcances y atropellos.
Tampoco viene mal insistir en el uso de los cinturones de seguridad (en especial los traseros), máxime cuando 29 de los muertos este verano circulaba sin llevarlo puesto, en el correcto uso del alumbrado (más de la mitad de los turismos circula con alguna luz fundida), el buen estado y correcta presión de los neumáticos, etc, etc. Porque cifrar toda mejora de la siniestralidad en reducir los límites de velocidad y poner más radares no deja de ser un falso simplismo. Esperemos que en esta su nueva etapa al frente de la DGT, D. Pere Navarro haya aprendido de los errores del pasado y logre reducir la siniestralidad vial mediante la mejora de sus condiciones funcionales; mediante políticas activas, y no sólo represivas. Desde luego experiencia no le falta en su labor. Suerte pues, y ánimo, que aún queda un trimestre para terminar el año.