El fabricante francés ha elegido sus versiones más deportivas en gasolina y diesel, para presentar lo que consideran una revolución en la estabilidad; su chasis activo con 4 ruedas directrices. No es el primer fabricante en incorporar ruedas direccionales a un vehículo, pero sí el que utilizando la electrónica, ha logrado un sistema más natural, efectivo y seguro.
Fabricado por el japonés Aisin, el sistema, que añade sólo 19 kg sobre el eje trasero, adopta un empujador eléctrico que hace girar las ruedas traseras en el mismo sentido que las delanteras hasta 3º por encima de 60 km/h. Este giro es controlado en todo momento (cada 10 milisegundos) por un calculador que a su vez controla el ángulo de giro del volante y la velocidad del vehículo a través del ESP, determinando en todo momento el giro preciso de las ruedas traseras.

Pero además tiene otra ventaja añadida, y es que los giros y maniobras por debajo de 60 km/h se simplifican, al variar las ruedas traseras su ángulo de giro también en sentido contrario al de las delanteras hasta 3,5º, con lo que el diámetro de giro se reduce de 12 a 10,8 m (el mismo de un Clio). Por último dispone de una función de emergencia que en frenadas asimétricas permite corregir en su grado de giro máximo las ruedas traseras, compensando de esta forma los posibles desplazamientos involuntarios del eje trasero.
En la práctica el chasis activo hace que una leve insinuación del volante baste para inscribir el coche en la trazada, debiendo abrir el giro en la salida de la curva antes de lo que estamos acostum-brados con otras direcciones convencionales, con la consiguiente disminución de trabajo de los brazos en carreteras viradas. Y es que la direccionabilidad extra del eje trasero provoca un efecto de redondeo de la curva de forma suave y natural que restringe el giro de volante, incrementándose esta sensación aún más en la curvas más cerradas y de menor velocidad.
Las versiones GT se diferencian exteriormente del resto de la gama por una imagen más agresiva, incluyendo paragolpes de diseño exclusivo pintados totalmente en el color de la carrocería que añaden dos agallas laterales, retrovisores en acabado negro brillante, faros y pilotos oscurecidos, doble salida de escape, llantas de 18 pulgadas y cuatro colores a elegir en el que destaca un espectacular «Azul Malta».

En el interior nos reciben unos discretos pero efectivos asientos deportivos con tapicería bi-tono con doble terminación cuero-alcántara, un volante deportivo de tres brazos con costuras grises, pedales en aluminio perforado y el pomo de la palanca de cambios con acabado metálico.
Los motores para la gama GT son los 2 litros sobrealimentados de 205 y 180 CV en gasolina y diesel respectivamente, auténticos pura sangre que entregan cifras de par máximo de 30,6 a 3.000 rpm en el 2.0 T y 38,8 mkg a 2.000 rpm en el 2.0 dCi. Ambos propulsores son muy silenciosos y empujan con decisión desde 1.700 rpm, subiendo hasta 5.000 rpm el diesel y estirando hasta 6.000 rpm el gasolina, con el consiguiente incremento de la sonoridad de este último aunque nada escandaloso.
Las versiones GT estarán a la venta desde el 1 de junio, a un precio en 30.700 euros el 2.0 dCi y 31.100 euros el más potente 2.0 T, mientras que las variantes familiares Grand Tour tienen un suplemento de 1.000 euros más.