La junta general de accionistas de Renault ha dado a Carlos Ghosn (con el 85% de sus votos) un balón de oxígeno para mantener sus planes, al concederle 4 años más de mandato como presidente ejecutivo del grupo galo, lo que supone de hecho también su reelección en 2015 al frente de Nissan, mientras que ya lo es de la alianza Renault–Nissan. Ghosn, criticado por descuidar la dirección de Renault en beneficio de las otras marcas del grupo (en especial de Dacia, Nissan y Samsung), pretende colocar a la Alianza como tercer productor mundial de vehículos a medio plazo, tras Toyota y VW (que se mueven en torno a los diez millones de unidades anuales cada uno), superando para ello a GM (9,7 millones), algo no tan fácil cuando supone tener que fabricar un millón y medio más de vehículos al año (en 2013 Renault–Nissan vendió 8,3 millones de coches). Más fácil estaría el objetivo planteado para Europa (ser los segundos por volumen en 2016) que es el objetivo que se plantea Stefan Mueller, vicepresidente de Renault para Europa. En todo caso, parece claro que ha llegado la hora de potenciar Renault, que a los 15 años de la creación de la alianza con Nissan está siendo la gran sacrificada, con sus beneficios salvados sólo a través de la aportación de la propia Nissan (de la que Renault posee el 37%). Todo apunta a que la nueva colaboración con Mercedes y la reciente compra de la rusa Lada que en breve podría aportarle un millón de coches más servirá para esta revitalización europea de la marca del rombo.