Habrá quién recuerde las similitudes con otro actor icono de Hollywood (James Dean), que también murió en la flor de la vida y de la fama a bordo de un Porsche. Pero Walker no conducía el GT en el que halló la muerte a los 40 años de edad, sino que iba de copiloto (el conductor era el piloto de carreras Paul Rodas, amigo suyo). El protagonista de la saga “Fast & furious” (“A todo gas” en España), con una amplia filmografía tras de sí (incluyendo películas tan remarcables como “Banderas de nuestros padres”, donde le dirigió Clint Eastwood) murió en su California natal, en el pueblo de Valencia, cuando volvía de participar en una exhibición automovilística a beneficio de los damnificados filipinos por el tifón Yolanda (Haiyan). El coche (que rodaba a gran velocidad) se estrelló e incendió, quedando absolutamente irreconocible, como los cadáveres de sus dos ocupantes. Filántropo y solidario, Walker había fundado la ONG “Reach Out Worldwide” (rescate por todo el mundo) tras el terremoto de Haití. El cine pierde a una estrella, y el mundo a un buen actor y una buena persona, que ya no podrá terminar la séptima entrega de “Fast & furious”, la saga de películas que le pusieron de moda.