Para nadie es un secreto que la nueva FCA (Fiat Chrysler Automobiles) ha sido una de las nuevas alianzas industriales con mejores resultados, en especial para el comprador de la quebrada Chrysler (Fiat Auto) que de un plumazo ha visto mejorar su cuenta de resultados con la recuperación de las ventas de Chrysler y Jeep en EE.UU., aliviando así su propia escasez de ventas en Europa. No obstante, ese hábil negociador que es Sergio Marchionne ha logrado convencer a las autoridades italianas que la nueva Fiat sigue siendo italiana, aunque cotice en la Bolsa de Nueva York y tenga su sede social en Holanda. Pero imagen aparte, las necesidades de capital de Fiat para relanzarse y relanzar a Alfa Romeo son ambiciosas, y el mago equilibrista que mantiene girando los tres platillos en la punta de los tres palitos necesita más dinero para que no se le caiga ninguno; ya tiene uno en el suelo (Lancia, resignada a ser marca local italiana o a ser vendida a algún comprador asiático, por ejemplo) pero para compensarlo, necesita hacer girar más deprisa otro (Alfa Romeo) sin que se pare el principal (Fiat).
Y como la vaca Chrysler-Jeep no da toda la leche que Marchionne necesita, este sopesa sacar dinero vendiendo parte de las joyas de la corona, como Ferrari (de la que podría sacar un 10% del capital a bolsa, operación que ya se ha encargado a la UBS suiza y a las americanas Goldman Sachs y JP Morgan), lo que sobre una valoración estimada de 10.000 millones de euros, podría reportarle mil millones limpios de polvo y paja. El diseño de la venta implica que Ferrari pase a tener sede en Holanda y domicilio fiscal en el Reino Unido, lo que se haría pensando no en este pequeño 10% que se sacaría ahora a la venta, sino en su enajenación mayor a partir de 2016.
De llegarse a esta situación, entonces Marchionne redistribuiría el restante 80% (hay un 10% que se reserva la familia
Ferrari, a cargo de Piero Ferrari, uno de los hijos del “comendattore”) entre sus actuales accionistas, en principio de forma proporcional pero con arreglo a la nueva valoración que señale la cotización bursátil de este 10% inicial, lo que podría dar paso a nuevas salidas a bolsa. Según Marchionne, este dinero contribuiría de forma importante al plan de financiación del relanzamiento de Fiat y Alfa Romeo (esencialmente ésta última), valorado en 48.000 millones de euros, pero a nadie se le escapa que de mil a 48.000 millones hay mucho por ingresar.
Por eso también hay rumores de más operaciones en juego; como la posible venta de Magneti Marelli, su filial de componentes saneada, con presencia en 19 países y proveedora de los principales grupos mundiales de automoción. No sería la primera vez que Marelli sacara a Fiat las castañas del fuego (en el pasado vendió su división de inyección a Bosch, permitiendo a ésta desarrollar la inyección directa “common rail”, un desarrollo inicialmente italiano). Pero ahora se trataría de su venta total (por 3.000 o 3.500 millones de euros), lo que asusta un poco en Turín, como solución extrema tras la fallida alianza pretendida por Marchionne entre FCA y General Motors al estilo de la que tiene Renault con Nissan (que es de verdad lo que le hubiera gustado conseguir para financiar el relanzamiento de Alfa Romeo) a la que GM no ha hecho ningún caso.
Hay que esperar pues, a ver qué ofertas se producen en las próximas semanas, sin infravalorar la habilidad del “mago” Marchionne para mantener siempre sus platillos en el aire con el justo impulso del último momento.