El eje París-Berlín, esencial como espina dorsal de la Unión Europea y de la Europa del euro, se está viendo sacudido por un pequeño terremoto que revela la íntima discrepancia de ambas naciones en torno al papel presente y futuro del automóvil. Los alemanes quieren imponer el calendario propuesto por la CE de limitación de emisiones de CO2 (pese a que les perjudique más que a los franceses en sus gamas medias más comerciales), mientras que Francia ha pedido una prórroga en vista de sus draconianos límites, a la que se ha opuesto Berlín, apoyado en pleno por el grupo Daimler (Mercedes). Y como la CE apoya a Alemania, en Francia se han reservado el derecho de admisión de algunos modelos alemanes basándose en el uso del gas del aire acondicionado (el actual R134a) por marcas como Mercedes, que alegan que el nuevo freón HFO 123yf puede llegar a provocar incendios en caso de accidente, además de ser tóxico (objeción rechazada por otros fabricantes como GM/Opel). Pero el “ecológico” (y más caro) HFO 123yf , obligatorio desde este año, no lo está empleando Mercedes en sus nuevas Clases A y B ni en los nuevos SL y CLA, bajo la argucia de que no son nuevos modelos de 2013 sino una evolución de los anteriores, lo que les permitiría seguir usando el gas R134a. La excusa (aceptada en Alemania) se la han servido en bandeja a París, que rechaza la importación y venta de estos modelos (nada menos que el 55% de las ventas de Mercedes en el país vecino) fabricados desde el pasado12 de junio, cuando entró en vigor la nueva norma. Teniendo en cuenta que la Clase A está teniendo en Francia un índice de conquista del 55% de sus ventas, a costa especialmente de Peugeot y Renault, Hollande se ha vengado pagando a Merkel con la misma moneda: tú no me prorrogas, pues yo tampoco. Lo que no quita para que los socialistas alemanes se apunten a medidas tan impopulares en su país como introducir la limitación de velocidad en autopista (ahora libre) siguiendo el modelo francés, algo que ha causado un profundo rechazo incluso en el SPD y hasta del propio ADAC germano, quien ha revelado que incluso sin límites de velocidad, sus autopistas son más seguras que las francesas y austríacas, limitadas a 120 km/h).