Investigaciones realizadas en Europa (España incluida) por las compañías aseguradoras han llegado a la conclusión de que un exceso de “gadgets” tecnológicos en los coches puede llegar a distraer y crear inseguridad en los conductores, que se alarman ante el exceso de avisos, testigos y pitidos, por eso reclaman que siempre sean desconectables. Por otra parte las propias compañías afirman que estas ayudas a menudo encarecen de forma sensible el mantenimiento de los coches (caso de la sustitución de un parachoques con cámara de visión trasera, de los parabrisas dotados de sensores de luz y lluvia, la sustitución de los sensores de inflado insuficiente al cambiar neumáticos…), lo que hace que sean percibidas negativamente por los conductores.
Finalmente, el dato más claro es el de que los conductores de más de 50 años reclamen más ayudas para el mantenimiento y prevención de averías (aviso de aceite sucio, fallos de bombillas, aviso de sustitución de frenos, testigos de neumáticos) y suelen rechazar los equipamientos que no entienden o que no son fáciles de aplicar y comprender a la primera, considerados desde el principio no como una ayuda sino como una complicación al volante, lo que se extiende a los navegadores GPS con un sistema poco intuitivo de selección.
En resumen, las marcas deben reflexionar sobre si las nuevas ayudas a la conducción suponen de verdad una ayuda o si son un estorbo, porque los conductores ya no las reclaman como antes.