Alonso “El Grande” gana en Singapur y se pone 2º en el Mundial a 11 puntos del líder.

26 septiembre, 2010

Un Alonso imperial, fastuoso en su conducción, perfecto en todas las artes de la lidia de la F1, arrasó a sus rivales de una manera memorable, para enmarcar en la videoteca. Nada que objetar, ni un pero. Si alguien pensaba que cometió un error en la salida, se equivoca; a pie de pista, Alonso y su ingeniero, Andrea Stella, –sabedores de que últimamente el F10 no sale bien- planearon hasta el último detalle la maniobra de salida, la trazada limpia, perfecta, y legal, arrinconando a su rival pero con señorío, sin poner en riesgo al adversario, sabedor Alonso de que el recorrido hasta la primera curva era insuficiente para el rebufo necesario para intentar el adelantamiento. Todo controlado. Con frialdad, con sangre fría, con premeditación, con nocturnidad, Alonso era el más tranquilo de todos. Sólo un error de salida adelantándose al semáforo, podía arruinar su plan. Todo salió como estaba previsto. Y empezó su cabalgada, sin errores. En la carrera más larga de la temporada, dos horas justas, en la carrera más dura de la temporada, con un calor y humedad asfixiantes, donde sólo los mejor preparados, los más atrevidos, ganan. Atrevidos porque hay que rozar los muros durante 61 vueltas frenéticas, sin descanso, donde sólo vale la perfección, donde no hay lugar al error por pequeño que sea, Alonso tuvo que hacer 76 cambios de marcha por vuelta y dar 23 curvas durante 61 giros sin poder respirar un poco. En total, 4.636 cambios y 1.403 curvas sin un solo fallo. Pero no era tarea fácil: detrás tenía un cohete energético con un joven con agallas, peleón, que también hizo su carrera perfecta: Sebastian Vettel pilotó como nunca, y sólo un error de su adversario le podía dar un triunfo que necesitaba como el comer para acortar distancias en la lucha más encarnizada que se recuerda para obtener el Mundial de Pilotos de Fórmula Uno. El error no se produjo. Ni tan siquiera al final, en las últimas diez vueltas, con el corazón de los aficionados a tope de bombeo, con el locutor Antonio Lobato a punto del infarto en directo, con Marc Gené que no sabía dónde meterse ni qué decir ante tan insuperable lección de pilotaje. Alonso no perdió la calma: sólo él sabía que no pasaba nada. Se habrá reído mucho cuando le cuenten la tensión que produjo en los más de seis millones que vieron por La Sexta las últimas vueltas. El propio Alonso lo ha explicado, que dejaba acercarse a Vettel a posta, que era imposible que le pasase, y que precisamente lo que quería era eso, que se acercase lo bastante para que Vettel no pudiera refrigerar ni motor ni frenos. Riesgo calculado.
Pero hagamos historia: todo empezó con un viernes en los que los libres sirvieron para afinar el coche, corregir los reglajes con las nuevas piezas, y poner el coche a punto para el sábado. Con lluvia en los Libres 1 y la pista mojada en los Libres 2 (con la humedad que hay no hay forma de que se seque en un par de horas), los tiempos eran lo de menos. A Fernando Alonso no le gusta alardear en los libres 1 y 2, sino que prefiere hacer trabajo de campo, trabajo sucio, sin espectáculo, pero necesario para ir con opciones a la Calificación del sábado. En los Libres 3 ya se veía un F10 competitivo, que se adaptaba al sinuoso trazado de Marina Bay. Se veía venir que esta carrera era un cuerpo a cuerpo entre el español y el alemán: Vettel cerraba los libres siendo primero, seguido de Alonso, Hamilton y Massa, es decir dos Ferrari en los cuatro primeros puestos. Las sensaciones eran buenas.

Y llegó la calificación: sin lluvia, como estaba previsto, donde Alonso cogió la batuta y dirigió con maestría una orquesta con forma de bala roja, moldeada a su manera, como una obra de arte que el artista crea y moldea. Su conducción fue magistral, soberbia en las tres tandas. En este circuito es el mejor, se mueve como nadie en circuitos urbanos (ya lo vimos en Mónaco donde a parte de ganar dos veces, este año hizo la mayor remontada que vieron los tiempos; yo el año que viene me pillo una entrada en la tribuna de la salida del túnel donde el genio Alonso hizo hasta cuatro adelantamientos, cada uno distinto). Su portentoso talento despunta y deslumbra en los circuitos donde el piloto es más importante que la máquina. Alonso fue a por todas, y en la Q3 repitió la jugada de Monza: en su primer intento paró el crono en un tiempo estratosférico, imposible para sus rivales. Vettel apretaba al máximo, y sólo un pequeñísimo error de conducción, le privó de la pole: se quedaba a 00.00:067 milésimas. Fernando Alonso conseguía la segunda pole consecutiva de la temporada, hecho sin precedentes desde que 2006 (cuando ganó su 2º Mundial), consiguiese 6 poles seguidas. Alonso respondía así al esfuerzo titánico de la fábrica de Maranello, que le ponían en Singapur nuevo alerón delantero, nuevo fondo del coche, modificación del difusor y nuevo alerón trasero. Hasta las decisiones estratégicas fueron las correctas: se corrió sin Conducto F, al contrario que todos. El coche iba bien sin él, y menos mal, porque ¿se imaginan esta carrera de resistencia, la más dura del Mundial, teniendo que estar pendiente del agujerito del aire?. Es evidente que el F10 es más rápido y está más igualado con Red Bull desde Monza: es un secreto a voces, a nadie se le escapa, que Red Bull no pasó las pruebas de flexibilidad del alerón delantero, y ahora tienen uno igual que Ferrari o McLaren. Así las cosas Alonso salía 1º; Vettel, 2º, y Hamilton, 3º. Fernando Alonso conseguía su 20ª pole de su carrera deportiva, situándose 10º en la clasificación histórica de poles, igualado con Damon Hill.

La batalla en la salida iba a ser descomunal. Para Hamilton, su principal rival es el español, al que no quita ojo desde que le fichó Ferrari. «Alonso es el máximo rival, sabe lo que es la presión y sacar el máximo del coche. Es el hombre a batir», decía el inglés hace poco.

La carrera se presentaba apasionante, y la salida crucial. Alonso la preparó como ya hemos comentado, y salió disparado, taponando lo justo a su rival. Ya antes de acabar el primer giro, Alonso sacaba un segundo de ventaja. Con los neumáticos blandos, el monoplaza se comportaba. Alonso ponía pies en polvorosa hasta que un temprano Safety Car (Coche de Seguridad), trastocó sus planes. Era la vuelta 3. Los peones del ajedrez se movían y entraban a cambiar ruedas para evitar sustos posteriores con otro más que previsible coche de seguridad. Pero el Rey, la Reina, las Torres y los Alfiles y Caballos, no se movían: demasiado pronto para calzar las gomas duras con tanto tiempo por delante. ¿Todos?, no, pues Webber, líder del Mundial, y quinto en carrera, sabía que ese puesto no le valía, así que apostó por cambiar gomas para recuperar después la posición. Acertó el australiano, pues acabó 3º en la carrera, salvando el liderato. Vuelta a vuelta, Alonso y Vettel se daban un festín de vueltas rápidas, repartiéndoselas: una para ti, otra para mí. Dos para ti, dos para mí. Así durante 26 vueltas rápidas, 13 para cada uno. Más igualdad, imposible. El Sector 1 era para Vettel, donde Alonso lo más que conseguía era igualar los registros, pero los Sectores 2 y 3 eran para el asturiano. En el Sector 2 recuperaba por completo lo perdido en el 1. Con el ordenador encendido siguiendo en directo los monitores oficiales de tiempos, los colores morados de mejora de tiempos, se pasaban de uno a otro piloto. Era un baile de record de sectores y vueltas para los dos. Un baile sólo para dos Poco a poco, milésima a milésima, Alonso se alejaba. En la vuelta 18 conseguía su máxima ventaja: 3,2 segundos. Pero empezaban los doblados a complicar las cosas, momento que aprovechaba Vettel para acercarse. Era su única opción: que un error de Alonso con los doblados, le permitiese pasarle. Así fue con Hamilton y Webber: con los doblados por medio, Hamilton fue a cuchillo e intentó un adelantamiento imposible, por el exterior, cruzando hacia la izquierda su morro para impedir el paso de Webber, que no se amilanó y chocó con el inglés lo justo para rajarle el neumático al McLaren. Suerte para Webber y adiós carrera para Hamilton, por segunda vez consecutiva. Un rival menos, debieron pensar Alonso, Vettel y Webber, que apretaban aún más los dientes. Webber necesitaba una ventana de 20 segundos como máximo para superar a Alonso en su parada. El asturiano tiraba como nunca, sin cometer errores, pasando a palmos de los muros. Y la diferencia aumentaba. Era vital que los neumáticos no se desgastasen y que aguantasen hasta tener por lo menos, 25 segundos de ventaja. Pan comido, pues al poco tiempo ya superaba con creces la ventana. Asunto resuelto. Pero otra incertidumbre se cernía sobre los dos primeros: si salía otra vez el coche de seguridad antes de hacer sus paradas, adiós carrera y Webber sería el vencedor. Los nervios afloraban. Un giro, otro, y que no entraban en boxes. Cada vuelta que pasaban sin entrar en boxes, se hacía eterna. La tensión aumentaba por segundos. Todos pendientes del pelotón por si alguien se salía, trompeaba, o chocaba contra el muro. Situación límite, estresante, agónica. Hasta que por fin, Alonso y Vettel paraban a al vez, se copiaban la estrategia. Alonso tenía menos desgaste de gomas que Vettel pero no esperó a dar más vueltas. Entraron a la vez. Era la clave: el más rápido en parada saldría primero y ganaría la carrera a no ser por accidente o rotura de motor. El adelantamiento, en este circuito, es imposible cuando se va tan rápido, de eso eran conscientes los dos. Parada antológica, descomunal, del equipo Ferrari. Todo bien. Todo perfecto. Era la continuación de la película que vimos en Monza. Vettel se equivocaba y metía la segunda velocidad en vez de la primera, y casi se le cala. Alonso salía primero, mantenía su ventaja y todos respirábamos. El latido cardiaco se estabilizaba. Y el temor de un nuevo coche de seguridad en pista, desaparecía. El festival de vueltas rápidas seguía, cosa lógica al descargarse de peso los monoplazas por el consumo de gasolina. Pero a mayor tiempo de carrera, más cansancio y más riesgo de perder la concentración y darse de bruces contra el muro. Esa era la única baza que le quedaba a Vettel: provocar el error humano del piloto español. Entre tanto, unos y otros se chocaban, abandonaban, incluido el “kaiser” Schumacher, venido a menos. A poco del final, sale el coche de seguridad. No pasa nada. Para Alonso es un pequeño respiro. A Vettel le recuerdan por radio que no guarde una distancia con Alonso superior a diez coches, pues le sancionarían como ya le ocurrió en otra carrera. Alonso atento a la retirada del safety car, última piedra en su camino, lanzó la carrera sin problemas, a pesar de tener pegado a Vettel, que le apretaba por detrás en unas últimas vueltas interminables, con doblados por medio. Uno de los doblados, Kovalainen, sale con el coche ardiendo y en vez de meterlo en el pit-lane o pararse, sigue en marcha y se para en el principio de la recta de meta. Se queda dentro, con las llamas ya visibles. Tensión por una posible explosión. Con la cabeza fría se baja, pide un extintor y se convierte en bombero improvisado. En meta, preparados para la llegada del campeón, al que su manager de equipo le ha puesto un cartel que dice “GRANDE”, y que Fernando Alonso no puede ver por la humareda del Lotus de Kovalainen. La bandera a cuadros ondea para recibir al campeón de la carrera, que zizagea y levanta los puños. Dos horas mágicas para una victoria de ensueño.

Alonso conseguía de forma brillante su victoria número 25, siendo el sexto piloto con más victorias en la historia de la F1, igualando a Jim Clark y a Nicki Lauda. Y logra su 60 podio, siendo en este apartado el 7º en la clasificación histórica, igualando a un desconocido, Nelson Piquet. No acaban aquí los datos del hombre record del deporte español (sólo comparable a otros monstruos: Rafa Nadal, Miguel Induráin,…): con su victoria en Singapur, Alonso ha conseguido su 17ª carrera en la que logra la vuelta rápida. Además ha conseguido un hito histórico: realizar por primera vez en su carrera, la Grand Chelem, esto es, la pole, vuelta rápida, la carrera, y liderar la carrera de principio a fin, algo que no se conseguía desde 2004 con Schumacher. Y por si esto fuera poco, consigue por dos veces consecutivas, la pole, vuelta rápida y carrera. Algo insólito.

Sin lugar a dudas, nos encontramos ante el mejor piloto de la actual parrilla, y el que mejor visión global tiene de la carrera. Si no hubiese radio, Alonso sería el más beneficiado. No le hace falta. Lo controla todo. Sabe afrontar las carreras clave con especial motivación. Gana a todos en experiencia, ambición y constancia. Y en eso supera a todos. Está pletórico, rejuvenecido, ¡caramba, si sólo tiene 29 años!, y llega a la última parte del Campeonato con más fuerza y ganas que nunca. Lo que ha hecho en estas dos últimas carreras y en especial en ésta, es simplemente una proeza. Da igual si al final no gana el Mundial, ¡que nos quiten lo “bailao”!. Sólo él tenía fe en llegar a la última parte del Campeonato con opciones, cuando en Silverstone estaba a 47 puntos de la cabeza, y cuando después de recuperar en Alemania y Hungría, se hundía su barco en las aguas de Bélgica-SPA. Sólo Alonso confiaba en Alonso. Mentalmente está machacando a sus rivales. Sabe que tiene ante sí un reto histórico: ganar su primer año con Ferrari, algo que ningún piloto de La Scuderia ha conseguido. Es su gran sueño, y el sueño de todos los que le seguimos. El Tercer Mundial está más cerca que nunca. Tengan a mano el teléfono del cardiólogo de guardia, por si acaso.
Próxima cita: Gran Premio de Japón – Circuito de Suzuka, el 10 de octubre de 2010. Toca madrugar.

¡Un saludo y hasta pronto, amig@s!