La bancarrota de las nuevas autopistas radiales de peaje destinadas a aliviar los accesos a Madrid han puesto de relieve la mala planificación vial de nuestra red de carreteras en lo que llevamos de siglo. Construidas bajo un régimen de concesiones excesivamente caro, nunca cumplieron sus hipótesis de uso, que además empezó a caer con la crisis (casi un 40% menos de usuarios), estando ahora en un índice medio diario de 3.800 vehículos (que sería lo previsto inicialmente para una hora). Hay autopistas de peaje como la M-12 (acceso a la terminal T-4 de Barajas) y AP-41 (Madrid-Toledo) que se mueven en torno a los 1.300 vehículos/día. Así, la deuda financiera de las concesionarias ha crecido hasta los 2.300 millones de euros, que ahora pretende sufragar el Estado mediante suscripción de deuda a 30 años, y tras una quita del 50% de la deuda. Lo que todos nos preguntamos es por qué no se nacionalizan las manifiestamente inviables para convertirlas en autovías normales, y se baja el precio de los peajes en las potencialmente viables.