Los tiempos cambian y la eficiencia de los motores ya no se mide por su número de cilindros y su cubicación, que en cierto modo condicionan esa cifra mágica de sus caballos. Hoy las emisiones que contaminan la atmósfera han pasado a primer lugar y su control está presente hasta en las sombras de todos los que componen la Comisión Europea que año tras año obliga a los constructores de automóviles a pasar por el filtro de la pureza del aire. Filtro del que tampoco se libran los constructores artesanales como Lamborghini, hoy con las espaldas bien cubiertas por Audi (en representación del Grupo Volkswagen, su propietario desde 1998), que con una facturación de 458 millones de euros en 2013 y 2.121 «supercoches» vendidos, descansa en la tranquilidad que dan los números negros, aunque sus ventas no lleguen al récord de las mismas establecido en 2008 con 2.430 unidades, las cuales no podrá superar hasta que el nuevo Huracán (sustituto del Gallardo) esté a plena producción en 2015, acompañando al más grande y caro Aventador (más de 275.000 euros) que le cubre las espaldas con un plazo de entrega de más de 2 años (el Huracán se mueve ya en un año).
Este panorama en el que se desenvuelve la empresa que fundara el fabricante de tractores Ferruccio Lamborghini en 1963, en un acto llevado por su soberbia contra Ferrari, aventura que le llevó hasta 1974, año que tuvo que venderla por las pérdidas acumuladas, podría ahora afectarla con números rojos en 2014 por falta de producción suficiente del Huracán y por la parsimonia en decidir fabricar el SUV ahora previsto para 2017 (derivado del “concept” Urus presentado en 2012 en el Salón de Pekín). Pero la mayor incertidumbre de futuro para los hombres de “Lambo” está en la reglamentación de emisiones de CO2, que podría obligarles a echar el cierre a la fabricación de sus artesanales motores atmosféricos de 12 cilindros y sustituirlos por otros más pequeños de 8 cilindros con turbocompresor, cuyas emisiones nocivas son mucho más benignas, o bien recurrir a la electrificación. No pasarán muchos años sin que tengan que hacerlo y eso lo saben… aunque algunos se rasguen las vestiduras.