“Es verdad, pues reprimamos esta fiera condición, esta furia, esta ambición, por si alguna vez soñamos, y si haremos pues estamos, en mundo tan singular, que el vivir sólo es soñar, y la experiencia me enseña que el hombre que vive sueña, lo que es hasta despertar. ¿Qué es la vida?, un frenesí; ¿qué es la vida?, una ilusión, una sombra, una fricción, que el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.
Son palabras del genial e irrepetible Calderón de la Barca, extraídas de su universal obra, “La Vida es Sueño”. Eso es lo que sentimos cuando el sábado, el mago Fernando Alonso, se sacaba un conejo que tenía guardado en su flamante casco y conseguía una vuelta perfecta de calificación, como si de una “best lap” se tratase, y lograba una cuarta plaza con la tartana que tiene de coche. Baste decir que su ¿compañero? de equipo, Felipe Massa, con los mismos mimbres, hacía el octavo puesto a un segundo del asturiano. Todos nos quedamos atónitos porque el bicampeón del mundo se marcó un tiempazo a tan sólo tres milésimas del tercero en la parrilla, Hamilton, y a siete décimas del segundo, Vettel, casi pegado a Webber que a la postre conseguía la pole.
De esta forma, Fernando conseguía el primer milagro de una serie de milagros que se iban a encadenar a lo largo del fin de semana. Pero todo era un sueño de primavera. El mismo sueño que él mismo alimentó al terminar la calificación, pues como cuenta Jaime Rodríguez en su blog Aquaplanning, de El Mundo, sonó la carcajada generalizada de los presentes en la rueda de prensa cuando oyeron: “Estoy contento y aunque soy cuarto, saldré bien, adelantaré a Vettel y me podré líder en la primera curva”, espetó Alonso. Desde luego le echa bemoles. Alonso tenía un sueño y nos lo contó. Y nadie le creyó.
De esta guisa se plantó en la parrilla en Barcelona, ante su público, en su casa, donde hay que darle algo más a la gente que gracias a él, llena o casi llena los últimos años los circuitos españoles donde se disputa el circo de la F1, donde antes había desierto y ahora hay un oasis. Y donde la gente le dá a él más que en ningún otro sitio: “correr en casa es tener una décima más”, había dicho. Rugen los motores, se da la vuelta de formación y justo antes de parar es su sitio, el piloto de Ferrari le da un latigazo al monoplaza para darle ese último calentón de ruedas. Marc Gené se dio cuenta enseguida da la jugada y nos lo contaba a través de La Sexta TV, y Fernando Alonso, con embrague nuevo, hace una salida descomunal, como en sus mejores épocas cuando un rayo azul se movía entre líneas, carrera tras carrera para forjar la leyenda Alonso en las salidas. Zigzagueaba, se pegaba a Vettel, casi se chocaban, pero Alonso no pestañeaba, no miraba atrás, y metía su coche en la primera curva el primero de todos. El júbilo estalló en las gradas, y las casas de quienes lo veíamos. No podíamos dar crédito. ¿Era ese Alonso?, ¿era un Ferrari de verdad, por fín?. “No entiendo de dónde ha salido Alonso”, decía Vettel al terminar. Segundo milagro de la tarde. Y el sueño de primavera parecía hacerse realidad. Una vuelta tras otra, un desatado Alonso, desesperaba a sus rivales, incapaces de pasarle: ni KERS, ni DSR ni gaitas. El martillo pilón de Alonso, aguantaba ¡20 vueltas!. Tercer milagro. Aguantó lo que pudo copiando las paradas de Vettel, atónito ante lo que estaba viendo. Hasta que sus neumáticos blandos se acabaron, puso los duros, y ahí acabó el sueño de primavera. El desfallecimiento del Ferrari de Alonso fue brutal. Poco a poco empezó a perder una sangría de tiempo, a razón de un segundo por sector, tres por vuelta. Agonía en rojo. El torero español en las filas de Ferrari se desangraba de la cornada grave que había sufrido su monoplaza. Le pasaba hasta el apuntador. A duras penas mantenía su posición, incluso nos regaló un cuarto milagro: cuando Webber le adelantó en la chicane anterior a la recta de meta, el bicampeón del mundo cambió la trazada, despistó a Webber y en la siguiente curva de la chicane, le volvió a adelantar para enfocar la recta de meta otra vez delante del australiano. Poco después le adelantaba definitivamente. La carrera transcurrió con Vettel delante, apretado durante quince vueltas por un Lewis Hamilton pletórico, y con Button fortísimo por detrás, arrebatando el cajón de la gloria a Mark Webber, el gran derrotado de la jornada, pues de salir en la pole, se quedó compuesto y sin novia. Vettel ganaba la carrera, la cuarta de este año, poniendo rumbo a un Mundial que es suyo, sí o sí por mucho que nos pese.
Ferrari ha hecho la peor carrera en mucho tiempo. Ello le ha costado el puesto al Director Técnico, Aldo Costa, y el próximo en caer será Nicolás Tombazis, Jefe de Diseño. La excusa de las gomas duras no es válida. No al menos para la escudería más mítica de la historia del automovilismo. Es cierto que los Pirelli duros y super duros como los de Barcelona, favorecen a los coches capaces de crear carga aerodinámica enseguida, y por tanto, pueden calentar las gomas rápidamente. Los Red Bull y los McLaren son la prueba evidente. ¿Por qué ellos sí y otros no?: porque han hecho los deberes cuando tenían que hacerlos. No se pueden quejar ni Luca Cordero di Montezemolo, ni Fernando Alonso que no es feliz con los Pirelli. Ferrari está obligado a acelerar los cambios y a acertar con lo que ponen nuevo, no como lo ocurrido con el nuevo alerón trasero que creaba esa carga aerodinámica pero que fue prohibido por la FIA el viernes. Decisión a todas luces injusta y sin fundamento, pues la FIA admite que son legales “pero rompen el espíritu de la ley”. Caramba, caramba, con eso del espíritu. ¿Y el doble difusor que dio el título a Brawn en 2009?, ¿y la torsión del alerón delantero del Red Bull y su sistema de escapes sopladores que les dio el título en 2010, y que caminan a por el título de 2011?, ¿esto no es ir contra el espíritu de la ley?. Tiene gracia la FIA, admitiendo la legalidad de una pieza, pero prohibiéndola. Pero esto no puede tapar en modo alguno las carencias graves, los errores tremendos en la construcción del monoplaza. La reacción debe ser inmediata.
Así las cosas, a Ferrari sólo le queda esperar su oportunidad en circuitos como los dos próximos de Mónaco y Canadá, y otros posteriores como los de Valencia, Singapur, y poco más. Pero allá donde Pirelli lleve los compuestos de Barcelona, como en Silverstone (carrera después de Canadá), los Ferrari van a sufrir la humillación no ya de no ganar sino de ser doblados. Algo imperdonable para el prestigio y el señorío del Cavallino rampante.
Fernando Alonso seguirá soñando con genialidades como las suyas que las convierte en realidad, pero Ferrari nos ha despertado del sueño.
Pero nosotros seguiremos soñando en Primavera…
Próxima cita: en unos días, Gran Premio de Mónaco, en el Circuito de Montecarlo.¡Hasta pronto, amig@s!